miércoles, 19 de junio de 2013

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Orgía Lesbica (relatos)



Orgía Lesbica

Me llamo María soy una muchacha de 22 años, morena y de 1.75 de estatura. Mis medidas son casi perfectas, tanto es así que he participado en algunos comerciales como modelo. Soy estudiante de arquitectura en la universidad y estoy en octavo semestre.


Sexualmente he tenido dos experiencias con dos novios; pero lo que nunca imaginé es que la vida me deparaba una experiencia lésbica con tres compañeras de la universidad, y mucho menos que iba a gustarme tanto, además mis compañeras son lindísimas y todo el mundo nos dice que somos el grupo de muchachas más buenas en toda la universidad.

Un fin de semana, Sandra me invitó a su apartamento a jugar cartas y a tomarnos unos tragos. Ella vive sola y es una rubia despampanante de la misma edad mía. La verdad es que todas tenemos 22 años, excepto Mónica que tiene 24, pero tiene unas curvas preciosas; mejor dicho, ninguna tiene nada que envidiarme, excepto porque mi clítoris o mi pepita mide como dos centímetros dentro del capuchón, y fuera de ella en estado de excitación crece como un centímetro más.

Claro que eso lo supieron ellas ese día, y es acá donde comienza la historia. No soy una chica fácil, pero me encanta andar sin sostenes y sin pantaletas, pues sólo me las pongo cuando estoy en los días de mi período y eso para que sostenga la toalla higiénica, el resto uso bastante faldas largas que me llegan abajo de las rodillas eso sí, bastante ancha, pero me encanta, sobre todo cuando hace viento, ya que me entra como un frío que me excita demasiado.


Llegué al apartamento de Sandra como a eso de las 8 de la noche, un viernes. El apartamento es muy amplio y acogedor, y allí se encontraban Sandra, Isabel y Mónica; todas ellas se estaban arreglando el cabello y tomando algo con bastante licor, la verdad estaban prendidas, pero muy contentas. Al fondo del salón, alfombrado y con cojines por todas partes, estaba prendida la televisión y el vídeo mostrando una película porno donde varios carajos le hacían el amor a una chica. Me senté en la alfombra a saborear un licor, con sabor a coco, muy rico y también muy acogedor, pues al segundo vaso estaba prendida y además caliente por el tema de la película.

Al cabo de un rato, Isabel propuso que nos afeitáramos ahí entre las piernas entre nosotras mismas, y por supuesto nos dió risa, pero Sandra dijo que no era mala idea, además no íbamos a salir ese viernes a ningún lado y nos invitó a que pasáramos la noche allí. Isabel dijo que estaba bien y me miraron esperando mi opinión; yo les dije que lo que quisieran pero que me dejaran acabar de ver la película. Al rato, las muchachas estaban todas completamente desnudas, con máquina de afeitar y con una espuma que se echan los hombres en la cara. Sandra y Mónica estaban sentadas en un sofá grande, con las piernas abiertas y con sus papos al aire, mientras Isabel les untaba la espuma y empezaba a afeitarlas, después se lo hicieron a Isabel. 

En fin, cuando terminaron me llamaron y me dijeron que me desvistiera, la verdad con un poco de pena porque la película me había hecho mojar, pero accedí y "¡guau!", dijeron las chicas, al ver que no tenía nada debajo de mi bata, sólo unas sandalias de cuero.

Me sentaron en el sofá y Sandra comenzó a untarme la espuma, aunque yo no tenía demasiado pelo ahí, ya que me gusta llevarlo afeitadito; las chicas procedieron a dejarme tan lisa como una baldosa, pero cuál no sería la sorpresa que se llevaron cuando vieron mi clítoris un poco fuera de la capucha, e Isabel me dijo "Mierda, mira esa vaina" y las otras chicas me pelaron hacia atrás la capucha y vieron semejante pepa. 

Mónica se agachó y se me acomodó entre mis piernas, me las abrió más y, sin recato alguno, se metió mi pepa en la boca y comenzó a lamerme. Yo no esperaba esto y entonces traté de apartarla con mis manos y le dije: ¿Pero tú estás loca chica? ¡Ver y no tocar, no joda, porque las puede picar!". Pero Mónica no paró  y siguió chupándome. Sandra e Isabel me cogieron las tetas y empezaron a chupármelas y me tocaban con las manos por todo mi cuerpo. Yo estaba que explotaba con un orgasmo fenomenal. De pronto, estas chicas me cogieron entre todas y me bajaron al piso, y se peleaban por chupar mi pepita; parecían unas fieras en celo.

Luego Sandra me introdujo un pequeño pene plástico por mi culito, y ahí si que no pude aguantar más, pues comencé a venirme a montones, creo que jamás me había sucedido esto, pero era tanta la cantidad de jugo que manaba de mi vagina que era como si me estuviera haciendo pipí. Las mojé a todas, pero yo seguía en un estado de trance y comencé a revolcarme por la alfombra, y las chicas me cogieron otra vez y me pusieron un vibrador sobre mi pepa y me metieron otro dentro de mi vagina y otra vez el más pequeño en mi ano. 

Sandra cogió la vasija donde nos enjuagamos después de la afeitada y salió en pelotas como estaba, hacia la cocina a botar el agua, regresó con ella y me hizo acomodar en cuclillas con la vasija debajo, y me siguieron masturbando por mis agujeritos hasta que volví a venirme a chorros.

Fue un orgasmo tras otro y, ahhhhhh, guaooo qué emoción tan intensa. Yo miraba las manos que sostenían esos aparatitos y las mojaba como si estuvieran en la ducha. ¡Qué venida tan cabrona!. La vasija casi se llena de un agua entre blanquecina y transparente y, sin exagerar, en esos orgasmos derramé más de un litro. 

Quedé exhausta y temblorosa. Al cabo de un rato, comenzaron a masturbarse entre ellas, mientras mi pepita estaba roja e inmensa. Pelé un poco mi capuchón, y me medí la pepita con mi dedo medio, llegaba casi hasta donde comienza la palma de mi mano. Entonces me dediqué a observarlas y otra nueva sensación llegó a mi cuerpo y mis entrañas.
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